La verdá, la verdá, me plantó la mano en el
culo y yo estaba a punto de pegarle cuatro gritos cuando el colectivo pasó
delante de una iglesia y lo vi persignarse. Buen muchacho después de todo, me
dije. Quizá no lo esté haciendo a propósito o quizá su mano derecha ignore lo
que su izquierda hace o. Traté de correrme al interior del coche –porque una
cosa es justificar y otra muy distinta dejarse manosear- pero cada vez subían
más pasajeros y no había forma. Mis esguinces sólo sirvieron para que él meta
mejor la mano y hasta me acaricie. Yo me movía nerviosa. Él también. Pasamos
frente a otra iglesia pero ni se dio cuenta y se llevó la mano a la cara sólo
para secarse el sudor. Yo lo empecé a mirar de reojo haciéndome la disimulada,
no fuera a creer que me estaba gustando. Imposible correrme y eso que me
sacudía. Decidí entonces tomarme la revancha y a mi vez le planté la mano en el
culo a él. Pocas cuadras después una oleada de gente me sacó de su lado a
empujones. Los que bajaban me arrancaron del colectivo y ahora lamento haberlo
perdido así de golpe porque en su billetera sólo había 7400 pesos de los viejos
y más hubiera podido sacarle en un encuentro a solas. Parecía cariñoso. Y muy
desprendido
.
jajaja interesante jajaja y al final le queria sacar dinero jaja.. muy bueno
ResponderEliminarFijate que en la literatura Latino Americana siempre las cosas no son lo que parecen
ResponderEliminarexcato. me doy cuenta ;)
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