sábado, 20 de julio de 2013

¿Qué historia cuenta? de Acosta, Delfina (Asunción, Paraguay, 1956)

¿Qué historia cuenta, si el ciprés se arquea,
y la higuera se rompe, el loco viento?
¿Si las puertas se cierran de repente,
es que ha estallado su terrible genio?
Ya sufrir pareciera cuando el lobo
aterra con su aullido, desde lejos,
mientras la tos despierta al moribundo,
y ladra sin dejar dormir el perro.
Si las campanas suenan espantando
del viejo campanario a los murciélagos,
se diría que él sale de un garito
donde ha apostado el alma de los muertos.
En ocre caracol arrinconado
a nuestro oído sopla muy enfermo.
Como él ninguno, de los libres dios,
y espíritu, quien sabe, de los muertos.
Y un día están, de nuevo,
con su ceguera triste de raíces
oprimiendo el camino de las llagas.
II
Los Ángeles son nuestros: son nuestras alas rotas;
son las anclas dormidas sobre lechos de herrumbres,
en la raíz penosa de la tierra.
Es nuestra voz de niebla y de distancia:
-esa que no pudimos usar en el instante
de elegir el camino marinero.
Los ojos de los Ángeles no duermen:
están en nuestras órbitas salobres
buscando el necesario reverso de la luz.
Y sus labios sumisamente eligen
las palabras que nombran la morada del sueño.
Sus manos son jazmines sellados de silencio,
junto a una cruz de nieve, eterna y pura.
III
Los Ángeles navegan siempre...
Un necesario acontecer los llama
hacia seguras islas de recuerdo y nostalgia.
Ardientes Rosas de los Vientos crecen
sobre el pecho, librado de mármoles tempranos,
y una remota música de brújulas
les traza itinerarios sobre un atlas de nube,
hacia dolientes rumbos de lunas desoladas.
Están entre archipiélagos de sombras,
reinando sobre imperios de glaciales contornos.
Cruzan la absorta dimensión del aire,
y el alba numerosa que los lleva
se ilumina de pájaros azules.
Los Ángeles, sin rostro y sin memoria,
navegan por los cauces nocturnos de la sangre.
Un cielo azul, invicto y despejado,
cuida su paz de sueños sin fronteras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario