Hace mucho tiempo, un anciano le dejó de
herencia a su hijo un campo con muchos animales y plantas nativas hualles,
notros, maitenes, coigües y canelos y siempre le aconsejaba que cuidara
esta tierra que algún día iba a ser suya y así también los árboles que allí
habían. Un día muy triste para el padre, este hijo partió a la gran ciudad
en busca de trabajo, allá después de unos años formó su hogar y ya casi no
se acordaba de su viejo que vivía en el campo cuidando su piño, solamente
venía unos días en el verano y eso alegraba mucho al anciano padre, pero
cuando este regresaba a la ciudad, el pobre anciano se quedaba muy triste,
sin hambre comía muy poco, se fue debilitando hasta que cayó enfermo, llega el
hijo rápidamente buscando todo tipo de medicina para darle a su viejo
padre, pero, ya era demasiado tarde y cuando estaba en sus últimos
momentos de su vida postrados en su cama saco de su interior sus últimas
fuerzas y habló a su hijo diciéndole: “cuida tu campo hijo no lo vendas
nunca, no cortes los árboles que hay, porque le servirán a tus hijos”, y a
parte esos le dejó muchos otros consejos que él escucho con mucho respeto
y atención, luego el anciano cerró sus ojos y descansó. Pero el hijo,
pronto olvidó todos estos consejos y comenzó a vender los árboles,
llegaron hombres del pueblo con sus motosierras, camiones, cortaban y
destruían los árboles sin piedad dejando el campo vacío, un año más tarde
quiso vender aquella tierra que había recibido de herencia, pero cuando
estaba a punto de hacer el negocio extrañamente enfermó este hombre y soñó
varias veces que su padre le repetía: “No vendas tú tierra”. Así este
hombre salvó su tierra que recibió como herencia y hoy vive feliz en ella
cultivándola y criando muchos animales.
Pichi Hueche
Escuela Fundo Maquehue
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