sábado, 14 de septiembre de 2013

El manantial de León Tolstói

En un caluroso día de verano, tres viajeros se reunieron junto a un fresco manantial, que estaba al lado del camino, rodeado de algunos árboles y de húmedo césped; el agua, pura como una lágrima, caía en un recipiente naturalmente hecho en la piedra; luego se vertía para esparcirse por la pradera.
Los viajeros descansaron a la sombra de aquellos árboles y bebieron agua del manantial.
Junto a él vieron una piedra en la cual se leían estas palabras:
"Pareceos a este manantial"
Los peregrinos leyeron la inscripción, después se preguntaron su significado.
--Es buen consejo -dijo uno de ellos, que era comerciante--. El arroyo corre sin cesar, va lejos, recibe agua de otros y se hace un gran río. Así, el hombre debe imitarle ocupándose de sus asuntos, y siempre triunfará y conseguirá riquezas.
-No -dijo el segundo viajero, un joven--. A mi entender, esa inscripción significa que el hombre debe preservar su alma de los malos instintos, de los deseos malos; su alma debe estar tan pura como el agua de este manantial. Actualmente, esta agua da fuerzas a los que, como nosotros, se detienen para beber; si hubiese atravesado el universo, si el agua estuviera turbia, ¿qué utilidad tendría?, ¿quién la querría beber?
El tercer viajero, que era anciano, sonrió y dijo:
--Este joven tiene razón. El manantial, dando de beber a los sedientos, enseña al hombre a practicar el bien indistintamente, sin esperar recompensa, sin contar con el agradecimiento.


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