Una vez un campesino fue a robar pepinos a una huerta. En cuanto se deslizó hasta el sembrado, pensó: «Si consigo llevarme un saco de pepinos, los venderé y con ese dinero compraré una gallina. La gallina pondrá huevos, incubará y sacará muchos pollitos. Criaré los pollitos, los venderé y compraré un lechoncito. Cuando crezca, tendrá una buena cría. La venderé para comprar una yegua, que, a su vez, me dará potros. Los criaré y los venderé; después compraré una casa y pondré una huerta. Sembraré pepinos, pero no permitiré que me roben. Pondré unos guardas muy severos, para que vigilen. Y, de cuando en cuando, me daré una vueltecita y les gritaré: "Eh, amigos, vigilad con más atención"». Sin darse cuenta, el hombre dijo esas palabras en voz alta.
Los guardas que vigilaban la huerta se abalanzaron sobre él, y le dieron una buena paliza.
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